domingo, 16 de septiembre de 2012

lunes, 20 de agosto de 2012

Tony Scott


Una triste noticia para los cinéfilos. Murió Tony Scott, director de clásicos como Top Gun y Hombre en llamas.
No es un capricho que hablamos de él en este blog. La escena con Clarence (Christian Slater) y Drexl (Gary Oldman) en Escape salvaje, inspiró parte del cuento "Metal God", y, en un mundo perfecto, su inigualable estilo visual lo convertía en el indicado para llevar a la pantalla grande las andanzas de Lucky.  Será en otra vida.
Descansá en paz, Tony.

Pueden ver la mencionada escena cliqueando aquí.

viernes, 3 de agosto de 2012

Adelanto del próximo cuento

Falta menos para el próximo cuento de Lucky, que será la continuación de “Metal God”.
Ya tiene título: “Meztger”.
Aquí, una muestra de lo que será el soundtrack.


Muy pronto, el poster oficial.

sábado, 23 de junio de 2012

Continuación de Metal God: fan poster

El próximo cuento de Lucky será una continuación de "Metal God". Aunque el título y otros detalles todavía no fueron anunciados, Lucio Ferrante (gran fanático I Love Lucky-relatos) se despachó con este alucinante fan poster. ¡MIL GRACIAS, LUCIO!


miércoles, 16 de mayo de 2012

Metal God: Soundtrack y referencias


El cuento "Metal God" incluye una potente banda sonora de música pesada. Aquí, los hits que son posibles de reconocer.







Lucky usa una remera de Judas Priest.


Aunque se la describe como una mezcla de Rose McGowan y Lisbeth Salander, Lita está inspirada en Lita Ford.


Eddie es por la mascota de Iron Maiden.



Y Red Bell, el boliche metalero donde transcurre la acción, existe y está bárbaro. Recomiendo que vayan.

De paso, un anticipo: el próximo cuento tendrá que ver con las últimas líneas de esta historia. ¡Estén atentos!

martes, 3 de abril de 2012

Metal God




Scream for mercy
He laughs as he watches you bleed
Killer behind you, his blood lust defies all his needs
Iron Maiden, “Killers”.

  “Welcome to the Jungle”, empezó a chillar Axl Rose por los parlantes cuando estaba por ingresar a Red Bell Saloon.
El guardia más petiso me palpó de cintura y de piernas.
—¡Grosa! —dijo secamente, mirando mi remera de Judas Priest, y me dejó pasar.
Bastaba caminar un paso para darse cuenta de que Red Bell era el antro heavy de la ciudad. Cuero, melenas, remeras de los grupos metaleros que se les ocurran, todos apretujados. Eran más de las 2 AM y apenas podías moverte. Vasos de litro de cerveza iban de un lado para el otro, y una flaca con blusa de Kiss casi me empapa. Miré al piso de arriba, donde las cosas andaban igual: hasta la manija de gente riendo, charlando (o tratando de charlar por encima de la música), imitando los pasitos de Axl. Los televisores, a full con videoclips.
Okey, tenía onda el lugar. Sabía apreciar a Pantera y demases, podía al respecto hablar con cualquiera. Ya lo dije: mis campos de interés son muy amplios.
Pero había ido allí por otro motivo.
Me abrí camino entre imitadores de Brett Michaels y de Slash —se notaba que esa parte del local era más hard rock y glam metal—, bordeé la barra y llegué hasta el fondo. Sobre una tarima, minas haciendo pole dance. Dos de ellas compartían un caño y, muy oportunamente, y para alegría de varios, aprovechaban para tocarse. Un barbudo se arrimó a la más culona y desvestida, pero justo un clon de Lemmy Kilmister lo frenó sólo con la mirada. Una de las pooldancers se distrajo mirándome y casi chocó con la compañera. Lemmy se dio cuenta y me clavó la vista. Las luces catódicas le daban un aire tenebroso para muchos, pero no para mí, obvio. Se volvió a las bailarinas y a los babosos que querían cogérselas.
En un costado las vi a las tres: Marysa (tremenda su remera de Black Sabbat), Lalo Hosen y Lady Oxana. No necesitamos acercarnos y saludarnos: un rato antes, por sms, Mary me había pasado el dato que precisaba. Y agregó: “También está arruinando Red Bell, así que dale duro”. Pero sólo había ido para ocuparme de un tema personal, no a hacer justicia. ¿Quién creen que soy? ¿Batman?
Pasé por entre los alzados que seguían pendientes de las chicas y fui a las escaleras que llevaban al subsuelo. La música llegaba hasta donde me encontraba. Música más rápida y agresiva, y los escalones eran iluminados por luces rojas. Por algo me habían dicho que allí sonaba heavy metal puro y duro.
Si hay una entrada al infierno, pensé, debe parecerse a ésta.
Bajé.

Apenas llegué, “Madhouse”, de Anthrax, te perforaba los tímpanos. Y todos, en la pista o fuera de ella, a la luz intermitente que venía de una pantalla gigante, hacían pogo y agitaban las melenas y levantaban las manos formando los cuernos metaleros. Me abrí paso entre ese quilombo, me esforcé en no ahogarme en ese aire viciado y repleto de humo. Giré a la izquierda, donde había otra barra, que irradiaba más luz roja…
Y, al tiempo que empezaba a sonar “More Human Than Human”, de White Zombie, di con él.
Nadie más allí se parecía a Dave Mustein ni estaba sentado en un sillón como un fucking rey ni se hacía el galán con una pendeja sentada en sus piernas ni tenía en cada costado una réplica de Zakk Wylde y una de Phil Anselmo.
Era difícil de localizar. Por lo que había averiguado, nunca se dejaba fotografiar y su nombre no aparecía ni en Internet. Pero manejaba negocios (era socio en Red Bell, incluso, y lo estaba arruinando, como dijo Marysa), y los manejaba con métodos considerados “mafiosos”. ¿Un Tony Montana en clave heavy?
También sabía que no soportaba pelotudeces de nadie, y todos le tenían un respeto ceremonial.
Una persona normal jamás se acercaría a ese monstruo.
Como ya saben, no soy una persona normal. Y puedo ser más monstruoso que cualquiera.
—Eddie —le dije, parado frente a él, alzando la voz.
Ni me miró: seguía entusiasmado con la pendeja, que se dejaba tocar las tetas. ¡Y con ese escote!
Zakk y Phil me asesinaron con la mirada.
Así que fui más claro:
—A Lita no le gustaría ver esto.
Eddie dejó de reír, soltó las tetas, me miró.
Zakk y Phil se me acercaron.
—Te vas —dijo Zakk. Admito que esos ojos podían intimidar hasta a las piedras.
Mantuve mi compostura, sonreí y dije:
—Relax, amigos. Sólo vengo a conversar.
—Odio conversar —dijo Eddie. Miró a sus chongos—. Adelante.
Zakk me atrapó del cuello de la remera, y noté que Phil cerraba los puños.
—¿Saben algo? —le dije a Zakk—. Son más altos que yo y que él —miré a Eddie—. Ustedes podrían ser algo más que lacayos o lo que sea. ¿Nunca lo pensaron? ¿No se les ocurrió querer ser alguien y que ningún boludo los maneje como títeres?
Noté que Phil se había quedado pensando, pero Zakk me agarró del cuello.
—Soltalo —ordenó Eddie.
Zakk lo miró, me miró a mí, bufó y obedeció.
 Eddie echó a la mina como si fuera un perro. Cuando quedamos los cuatro, se levantó dijo:
—Ya sé quién sos —aunque yo le llevaba una cabeza, me acomodó el cuello de la remera—. Aguante Judas, eh —sonrió—. Acompañame a mi oficina.

Lo seguí a unos diez metros, hasta su “oficina”: el baño de hombres, tan heavy metal como el resto del local. Sólo con su presencia sacó a la mierda a los tres que estaban allí. Uno estaba meando, pero voló igual.
Eddie trabó la puerta y se dio vuelta. Quedamos cara a cara, a unos centímetros de distancia.
—Quisiera hablar yo primero —dijo.
Y me dio un puñetazo en el estómago. Sabía golpear, el hijo de puta: me doblé y caí y casi me golpeo contra un mingitorio.
—¿Qué te pasa, Ricky Martin?
¡Ricky Martin! Por lo menos, no me comparaba con DiCaprio.
—¿Viniste a morir, pelotudo?
Vi que sacaba una navaja Mágnum Pocket Kukri.
Yo tenía una igual... pero en ese momento no la llevaba encima.
—Viniste a que te arranque la cabeza y te la meta por el culo, si te entra.

I know, se deben estar preguntando qué mierda pasa.
Les voy a contar rápido, así no se aburren. Es más, se los contaré como un cuento infantil. ¿Por qué? Porque quiero.
Había una vez un príncipe apodado Lucky, que frecuentaba el gym más popular del reino. Todos lo admiraban, y envidiaban por su porte y su carisma y su desempeño sexual. Princesas y otros príncipes podían dar fe del poder de su verga.
Justamente en el gym, una tarde, conoció a Lita. Era una princesa fuera de lo común: tetas grandes, tatuajes, remeras de Ozzy Osbourne y AC/DC, sensualidad, actitud… Una Lisbeth Salander en el cuerpo de Rose McGowan. Entre máquinas, mancuernas y bolsas de arena, Lucky y Lita empezaron una relación. Al principio se la pasaban garchando en vestuarios y otros lugares públicos donde podían descubrirlos, cosa que excitaba aún más a los dos. Luego se pusieron a salir y charlar, y descubrieron que la cosa iba en serio. Bah, el Príncipe Lucky lo creía así: ninguno de los otros príncipes y princesas —bellos pero frígidos y carentes de onda— lo había cautivado de verdad. Lita iba al frente, no se dejaba apurar, jamás se negaba a los besos negros ni a la penetración anal, y los piercings de la lengua y del clítoris contribuían a cogidas inolvidables.
Lucky se refería a ella como la Doncella de Hierro.
Y así fue que ambos… ¿se enamoraron? Algo por el estilo. Pero sí se pusieron de novios. Pese a tener una vida sexual más activa que la de cualquiera en el reino, el príncipe Lucky siempre se resistía a las relaciones serias. De hecho, no tenía novia desde la secundaria. Pero había quedado cautivado por la princesa Lita.
Durante un tiempo la pasaron de maravilla. Sexo, sexo, sexo, charla, sexo, sexo… Sí, también hicieron cosas de parejas normales, pero fueron pocas y siempre son aburridas hasta de contar.
Nic y Alan, príncipes amigos de Lucky, no podían entender esa química. Y él les decía: ‘La química no se explica, muchachos: se goza’.
Una noche, el príncipe la llamó al celu… y atendió otra persona. Una voz masculina. No, algo peor: una voz de ogro. Lucky pidió hablar con su princesa. Tras una pausa, la voz dijo que la Lita era su princesa y lo mandó a la puta madre que lo parió.
El distinguido Lucky no entendía nada. Se propuso hablar con Lita al día siguiente en el gym, pero ella no apareció. Y, aunque eran novias, no sabía dónde vivía. Pero eso no le impidió rastrearla hasta dar con su depto, también ubicado en la zona más elegante del reino. Era cerca de medianoche cuando, desde la vereda en enfrente, oculto detrás de unos arbustos, la vio llegar en la Harley Davidson conducida por uno de los ogros que moraban en los bosques. Más terrible aún fue presenciar el beso entre el ogro y la princesa, con toqueteo de culo incluido.
El príncipe dio con Lita cuando estaba sola y le preguntó qué carajo pasaba.
Ella bufó y confesó que, antes de estar con él, salía con Eddie, el más depravada pero respetado de los ogros, y que había decidido volver a sus peludos brazos, porque los monstruos musculosos la podían más.
Ofendido, el príncipe Lucky consideró tomar medidas extremas. Pero sólo la puteó en todos los idiomas y continuó con su vida. No, no tenía el corazón roto, pero tampoco podía evitar sentirse desilusionado.
Tiempo después, cuando ya la había olvidado y se dedicaba pasar el rato con príncipes y princesas, Lita reapareció en el gym. Y fue a sus brazos. Dijo que se habían cansado del ogro Eddie, que quería estar con alguien más civilizado, blablablá, le mostró su tatuaje nuevo, con la leyenda “Metal God”, en referencia a él...
Lucky se caracterizaba por su inteligencia y su falta de culpa a la hora de cortar vínculos. Pero la perdonó. La Doncella de Hierro lo podía.
Y retomaron la relación, de manera aún más apasionada. O sea, más sexo y todo eso, generalmente con Whistesnake sonando de fondo.
Una noche, a la salida del solárium, Lucky se encontró con una sorpresa poco agradable: su distinguido carruaje —una 4x4, para ser precisos— había sufrido un ataque. Vidrios rotos, golpes, rayones, ruedas pinchadas. En el capó, escrito con aerosol: “No te metas con mi chica, puto!!”.
Desconcertado, con ganas de arrancarla la cabeza con sus propios dientes a alguien, Lucky fue tras Lita. No la encontró en su depto, ni en el gym, ni en ninguno de los puntos del reino que solían frecuentar. No tenía ni Facebook ni Twitter (por eso la adoraba, en gran medida). Localizó a sus doncellas amigas: Marysa, Lalo y Lady Oxana. Ninguna de las tres supo ayudarlo. Lalo dijo que no podía creer que Lita siguiera enganchada con ese ogro en extremo peligro, que ahora podía tenerla secuestrada. Oxana ya se la imaginaba amarrada en una cueva oscura, llorando, cubierta de bichos. Marysa dijo que, si fuera por ella, violaría a Eddie con un taladro. Lucky pensó que eso último no era mala idea.
Siguió buscando, sin éxito. Hasta que recibió un sms de Nic: “Miralo YA” y el link a un video de YouPorn.
La calidad distaba de ser la mejor, pero pude reconocer a la Doncella de Hierro en cuatro patas y al ogro peludo que la penetraba. En su brazo, las palabras “Metal God” tatuadas, igual que la Doncella, que exigía más, insaciable como nunca...

Una patada en las costillas me sacó del trance.
—Hacete el mudo ahora —dijo Eddie.
Se agachó junto a mí, me agarró la boca.
—Parece que sólo sabés usar la lengua para chupar conchas de minas que le afanás a otros, ¿no?
Abrió mi boca con sus dedos peludos, acercó la hoja de la navaja.
—En un momento, ni lengua te va a quedar, puto.
Y, entre sus dedos, conseguí decir:
—Hoy estuve con ella.
El ogro torció la boca y dijo:
—Ah, ¿sí? ¿Y quisiste darle un chupón de despedida?
Metí una mano en el bolsillo y dije:
—No, pero esto te puede interesar.
Saqué la mano del bolsillo, la abrí y le mostré lo que tenía guardado.
Eddie miró un segundo, dos. Tardaba en caer.
—Me diste un buen pie con el tema de lenguas y chupones. Yo no lo hubiera planeado mejor.
Dejó de presionarme la boca y agarró el piercing con forma de corazón.
—¿Te comiste bocha de veces a Lita y lo no reconocés? Qué poco observador, Eddie boy.
Metí la mano en el otro bolsillo, saqué más piercings y los desparramé en el piso.
—El de los pezones, los de las orejas… ¡Al del clítoris tenés que reconocerlo! ¡Estás decepcionando al mundo del heavy metal!
Eddie se incorporó de a poco, mirando los piercings como un fucking retrasado.
—Lo sabía: mucho romper autos ajenos, pero nunca mataste a nadie, eh.
Me levanté de un salto, le arrebaté la navaja, con la otra mano lo agarré del cuello, lo empujé contra la pared y le acerqué la hoja a milímetros de la mejilla derecha.
—También sabía esto.
Le hice un corte, y la sangre le empapó la cara.
—Me encantaría contarte todo lo que le hice a esa puta apenas la secuestré esta mañana… Pero seguro te diste una idea —asentí para mí mismo—. A veces la imaginación es mejor que yo, lo admito. Como diría mi amigo Fede. “Ponga el horror aquí”.
—Enfermo —logró decir el forro.
Me reí y dije:
—No seas infantil, man.
Y lo apuñalé en el estómago.
El hijo de puta entrecerró los ojos y apretó los dientes.
—¿Así que te la bancás? Por cierto, saliste muy bien en YouPorn, aunque nadie supera a Tommy Lee.
Retorcí el puñal.
—Lo genial de todo esto es que no sólo no me vas a cagar ninguna relación: tampoco vas a arruinarme otro carro —señale afuera con la hoja—. Escuchá. Metallica. “Seek and Destroy”. El soundtrack perfecto —reí—. Y pensar que estuve por secuestrarte y llevarte a mi casa, como hago siempre. Pero fue más tentador verte hecho pija en tu propio territorio, con tu propia gente. Además, es bueno salir del hogar.
—No vas a salir vivo de acá —dijo Eddie, y me escupió una mezcla de saliva y sangre.
Sonreí y dije:
—Obvio que vos tampoco.
Retiré la navaja, listo para apuñalarlo de nuevo, pero me dio un cabezazo, me empujó y escapó.
Recuperé el equilibrio, empuñé fuerte la navaja.
—Hijo de…

Abrí la puerta y salí y me metí en el quilombo de gente y distinguí a Eddie semiagachado como un mono escabulléndose la mano en el estómago y fui tras él y Zakk se interpuso y me agarro de la remera y me arrojó contra la barra y caí de costado y cerré los ojos y por poco no me hago mierda el brazo y vi que entre las piernas y los gritos de la gente Zakk se me venía como un búfalo y rodé a un costado y justo esquivé una patada y me incorporé y giré y apuñalé a Zakk en la cintura y grito y cayó de rodillas y saqué el puñal y le tiré de los mechones y cuando tuve su garganta para mí lo degollé y tiré el cuerpo chorreante y fui tras Eddie y la gente gritaba y corría como ganado y estaba casi todo oscuro y Seek and Destroy te destrozaba los oídos y seguí avanzando y entre tanto caos logré identificar a Eddie cerca de la escalera y empujé a los que hacían pogo y fui tras él y sentí algo fuerte como pinzas que me agarraban del cuello y me arrojaban contra la pantalla y mi otro brazo quedó hecho mierda y perdí la navaja la puta madre y Phil enfurecido me levantó de la remera y le grité marioneta y me dio una piña y floté unos segundos y caí sobre alguien y luego al piso y cierro los ojos por el dolor y los abrí a tiempo para esquivar un nuevo ataque del pelado y me incorporé y la boca se me llenó de sangre que escupí y los riff de Metallica al palo y entre los pies y los vasos de plástico aplastados y a la luz de la pantalla localicé la navaja y me tiré para agarrarla y un brazo de Phil me rodeó el cuello apretando fuerte la la reputísima madre casi no podía respirar pero alcancé la navaja y no encuentré la manea de apuñalarlo fuck y me ahogaba y forcejeé y le di codazos en el estómago pero no pasó nada y se me cortaba la respiración y solté la navaja que se perdió y casi no tenía fuerzas y Phil me soltó de golpe y caí de nuevo y tosí y me toqué la garganta y giré justo para ver a Lalo y a Lady Oxana prendidas de los brazos del pelado y apareció Marysa y pegó un salto para darle un botellazo en la cabeza que le explotó en la cara pero no lo detuvo y se soltó y agarró del cuello a Marysa y ella soltó el cuello de botella rota y me apuré a agarrado y se lo clavé a Phil en la arteria femoral y solté a Marysa y lo empujé y Lady Oxana gritó que Eddie escapaba y corrí a las escaleras y subí los escalones de dos en dos y arriba eran otro quilombo de pelos y cuero y Motley Crüe con Wild Side y me abrí camino entre ese otro caos y cuando estaba llegando a la puerta me topé con Lemmy la cara de tipo jodido de siempre y me dice que Eddie acaba de salir y se hace a un lado y asentí y salí...

Nadie afuera, pero las manchas oscuras en la calle me guiaron al portón de rejas que impedía el paso a la plaza de enfrente, entre dos edificios. Vi sangre allí también. Debía tener aguante de sobra, Eddie, porque nadie se atrevería a trepar con una puñalada en el estómago. ¿No hubiera sido menos complicado correr a la izquierda o la derecha?
 Crucé a la plaza, caminé por el empedrado, rumbo a al centro. Me había quedado sin armas, pero no había problema. Le arrancaría la garganta con los dientes a esa mierda. La sola idea de pensarlo me hacía olvidar del frío de la madrugada y de los golpes y de los dientes que me había aflojado Phil. En momentos así me siento tranqui por mi situación económica.
Mis pasos resonaban de manera siniestra y las ramas de los árboles se agitaban por el viento. Como en las películas, ¿no? Sólo que ahora yo era el Michael Myers, obviamente.
Un ruido.
Provenía de la arboleda de más adelante, donde no había más que sombras. De hecho, la única fuente de luz en toda la plaza era una lámpara colgada en lo alto, que sólo iluminaba el centro.
—Salí, cobarde —le dije—. Demostrame que sos el verdadero fucking Metal God.
Silencio, pero seguí yendo hacia la arboleda.
—No, no me arrepiento de haber venido. Es excitante que te caguen a palos. Un poco, no demasiado —reí—. Mi sadomasoquismo tiene un límite.
Movimientos de ramas, todavía en las sombras.
—Estoy gastando energías en hablar, así que mejor termino con este cuento y listo.
Cuando empezaba a apurar el paso, Eddie salió de su escondite. Salió caminando, pero de espaldas a mí. Más que caminar, se tambaleaba, las manos a la altura del rostro.
—¿Te mordiste la lengua, eh?
El malcogido se tambaleó otro poco y cayó de costado, de manera que el pelo le cubrió la cara.
¿Por qué mierda se había cubierto ahí? ¿No lo había apuñalado en el estómago?
Me detuve junto a él, lo pateé. No se movía. Me agaché, lo di vuelta para verlo mejor a la luz.
Le habían arrancado la mandíbula.
Algo gigante surgió de las sombra y me pateó la cabeza, tirándome al piso y haciéndome escupir los dientes flojos. Me tragué el dolor y miré arriba.
El gigante quedó en contraluz, así que no podía reconocer sus facciones. Eso sí, era pelado y sostenía la mandíbula de Eddie.
Dijo algo en voz baja y grave, que logré entender:
—Dumm.
Se dio vuelta, en dirección al otro portón de rejas, y tiró la mandíbula. La luz le dio de lleno en la espalda, superpoblada de tatuajes. El más grande e imponente: la svástica mejor diseñada que vi en mi vida.
Me quedé petrificado. Y eso nunca me pasa.
¿Anz?


Lucky está en la web, y pueden contactarlo de la siguiente manera (click en el texto):




jueves, 15 de marzo de 2012

Metal God: Posters promocionales

Tres posters promocionales de "Metal God", el cuento metalero de Lucky.
Los primeros dos, creados por un servidor.




Y aquí, un fan poster creado por Lucio Ferrante, joven cineasta y admirador del personaje y de sus andanzas. ¡GRACIAS, LUCIO!

viernes, 10 de febrero de 2012

¡Lucky se pone metalero!

Adelanto de lo que será el soundtrack del próximo cuento de Lucky, ambientado en el mundo del heavy metal.