jueves, 21 de abril de 2011

Gloria Estefan

Todos tenemos placeres culpables. Hasta Lucky, como lo hizo saber en  "Free Your Mind". Eh aquí los temas de Gloria Estefan que suenan en el cuento y que nuestro playboy favorito no se cansó de bailar y cantar.




lunes, 4 de abril de 2011

Free Your Mind


—¡BORING! —dije, y me levanté de la mesa.
—Ey, Lucky —dijo Alan—, la noche ni empezó.
—Sí, es la una y pico y ya me aburrí.
Estábamos Alan, Barbie, Nic, Lola y yo, tomando unos tragos en Newbery. Había buen clima, sonaba “Hot N Cold”, de Katy Perry…
Pero, como saben, yo siempre quiero más.
—Es verdad —dijo Nic, y también se levantó—. Yo también me estoy durmiendo. —sacó su BlackBerry, listo para escribir—. ¿Adónde podemos ir?
—Vos, ni idea. Yo ya sé muy bien. Poné eso en Twitter.
Lola se rió y dijo:
—Ah, entiendo —miró a nuestro alrededor—. ¿Por qué tenés que meterte en una disco gay? ¡Acá hay re buen material para vos, Luck!
Hice una mueca y dije:
—Ya me cogí a la mitad, y la mayoría no sabe ni pajearse.
—¿Chongos?
—Chongos y minas. Hasta las paredes me garché.
Sin dejar de morder el sorbete de su Mojito, Barbie me pasó una mano por la pierna y dijo:
—Yo te puedo acompañar.
Me solté despacio y dije:
—Thanks, prefiero ir solo.
—Dale, vayamos a mi depto. Lola nos acompaña —le guiñó un ojo—. O Nic —también le guiñó el ojo, y él frunció el ceño. Me miró otra vez—. Dale, Luck, hacé de cuenta de que estás con Angelina Jolie. ¿No decís que me parezco a ella?
—Sí, obvio —dije—. Admito que es una idea tentadora, Barb, pero hoy no —miré a los cuatro—. Ustedes quédense, los veo muy cómodos. Seguro después vuelvo. Nos conectamos con el chat de BlackBerry.
—Siempre decís lo mismo y nunca volvés —dijo Alan riéndose.
—Y ustedes se siguen quedando, como si no hubiera ningún otro pub o disco o lo que sea —los señales bien—. ¡Son unos fucking burgueses aburridos!
—¡Chupame la pija!
Nos cagamos de risa, Lola y Nic me tiraron bollos de papel, hice como si me hubiera pegado tiros, volví a reír y fue a la puerta. En el camino, la gente me saludaba y sonreía y pedían que me quedara, que Newbery no era lo mismo sin mí.
Les dije lo mismo:
—En un rato vengo. ¡No me extrañen!
Miré de nuevo a mi grupo. Más allá de los chistes, los boludos se ofendían en serio cuando solía irme de golpe. Todo bien, no por eso dejábamos de ser compañeros de vida nocturna. Además, les resultaba conveniente tenerme de amigo. Ellos no conocían tanta gente top ni eran tan influyentes ni desparramaban tanta onda como yo. Me hipernecesitaban.
Salvo por dos perros escotadas que caminaban enfrente, la calle estaba desierta. Increíble cómo un poco de viento asusta a muchos pelotudos. Desde ahí se escuchaba “The Roller”, de Beady Eye, la banda de los ex Oasis. Consideré regresar y sorprender a mis amigos, pero decidí que esa noche no estaba dispuesto a presenciar cómo Nic —chorreando alcohol hasta por las orejas—, pretendía seducir chicas queriendo bailar como Travolta al ritmo de “Love Me Love Me” de Jimmy Cliff. No más show de la vergüenza ajena.
Sabía que quería hacer algo más… pero no concretamente qué (sí, le mentí a Nic). ¿Relax? Interesante opción, aunque mi antojo pasaba por otro lado. Ni hombres ni mujeres. Tampoco animales, y menos cadáveres.
Doble en una esquina, rumbo a mi 4x4. Cuando apagué la alarma a medio camino, alguien se sobresaltó en un costado, junto a un árbol. Una silueta como de chico, que no huyó; se quedó paralizada.
—¿Todo bien? —dije, y cuando me acerqué, pude ver bien.
Era una nena de unos diez años. Tenía ojos grandes, como de pescado, y desviados. El blanco de los ojos era lo único de ese color en toda la cara. Por el pelo tan largo y feo, bien podría haber sido un pibe. Whatever, sostenía dos cajas de cartón aplastadas, que seguro había sacado del canasto ubicado a unos metros. Vestía ropa oscura y olía como un cementerio.
Miré a todos lados. Nadie cerca.
—No te preocupes, eh, soy más inofensivo que Bob Esponja.
Parpadeó. Noté que quería esbozar una sonrisa. Sí, por esos rasgos finos era una pendeja.
—¿Sola?
Me le acerqué un poco más, con cuidado de no asustarla, y le dije, sonriente:
—Soy Lucky. Y vos sos…

Cinco minutos después, ella iba en el asiento del acompañante. Nos dirigíamos a mi casa, por un poco de privacidad. En la radio, Ziggy Marley cantaba su One Hit Wonder: “Tomorrow People”. Ese tema me recordaba mis comienzos. También la nenita apenas la sorprendí con las cajas de cartón. Sin dudas, una madrugada que había pintado deliciosamente retro.
—¿Estás cómoda? —le pregunté.
No la había convencido prometiéndole dinero, cigarrillos o drogas: sólo quería un poco de comida.
—Qué suerte la tuya. Diste con un chef. Okey, un chef amateur, pero chef al fin, ja.
La nena no hablaba.
—Nunca me dijiste tu nombre. ¡Ah, ya sé! ¿Ves Los Simpson?
Asintió, tímida.
—¿Viste cuando Homero cae en esa isla del Pacífico y lo confunden con un misionero? Me hacés acordar a la nena de esa isla. Lisa Junior. Así te vas a llamar esta noche, ¿okey? ¿Está bien?
Lisa Junior susurró un “ajá”.
—Si hablás no te tiro de la camioneta, eh —me reí—. Estás con alguien de confianza. Estás con Lucky.

Ya en casa, me saqué la camisa y preparé algo rápido pero con clase: peceto cocido con vino tinto y mostaza, alternado con ananá, y risotto (carnaroli, no cualquier arroz), más un toque de hongos frescos. Para acompañar, humus y salsa de ciruelas, para potenciar el irresistible sabor agridulce. La salsa había sobrado de una cena con amigos la noche anterior. A ellos les encantaba esta comida (no es mi plato favorito, pero todos lo aman), y a Lisa Junior también le fascinaría.
 —Te aseguro que nunca probaste nada como este manjar.
Por la puerta de la cocina veía a la nena caminando en el living-comedor. Sostenía una latita de Coca Cola que acababa de darle. Ahora estaba limpia, ya que la había hecho bañar un rato atrás. En lugar de su ropa mugrienta ahora lucía una de mis remeras con la inscripción Harvard University y unos shorts. La manera en que observaba los muebles y el LCD y el equipo de audio Aiwa y la laptop, todo eso me remitió a mi época de teenager, cuando llevaba a casa los primeros chicos. Detesto la nostalgia, prefiero mirar para adelante, pero en ese momento hice una excepción. De hecho, sonaba “Supersonic”, de Oasis.
 —Me gusta Beady Eye, pero no se compara con Oasis.
Serví el peceto y un cubo de risotto en uno de mis platos cuadrados, ideales para comida gourmet.
—¡Listo!
Recién sentada a la mesa, Lisa Junior se lo quedó mirando como si fuera algo caído de un meteorito.
Me senté frente a ella y le dije:
—No te preocupes, que le puse veneno que te mata en un segundo, sin sufrimiento.
Me miró con ojos desorbitados.
Sonreí y aclaré que era un chiste.
—¿No me creés? —agarré un tenedor y probé un poco. Delicioso. Ni Hannibal Lecter cocinaba a mi nivel (¡Ey, no sería mala idea probar con otro tipo de carnes y órganos!). Pensé en fingir que me moría envenado, pero era una broma recontra quemada.
Lisa Junior perdió la vergüenza (o el hambre pudo más) y empezó a comer. Se concentró en la carne y en el risotto, separando las rodajas de ananá. Evidentemente, no le gustaba combinar lo dulce con lo salado. Qué mala onda.
Lástima que la carne y el arroz van a terminar convertido en vómito dentro de unos minutos.
Empezó a sonar “Rock N’ Roll Star” y, como no sirvo para estar quieto, me paré y bailé. Moví piernas, brazos, la cabeza... Agarré uno de los palos de golf que tenía más a mano y lo usé de micrófono y de guitarra y de bastón que revoleé como una cheerleader...
—Un tema de puta madre, ¿no? Lo amo, me reidentifica... —paré de moverme—. Pero admitamos que no da tanto para danzar posta. Y por esa cara seria que tenés seguro te gusta Blur. ¿sabés algo? A mí también.
Con sólo apretar el control remoto del Aiwa sonó “Girls & Boys”, bailé, un paso acá, otro paso allá, un giro loco…
—Tengo una mejor idea. Follow me —le dije a Lisa Junior, y tiré el palo de golf y troté hasta LuckyDance. Al notar que no venía conmigo y seguía sentada, volví y dije—. Vení.
Ahora sí se levantó, con cautela.
LuckyDance era un cuarto que me había dedicado a equipar y caracterizar como una disco cualquiera, incluso más a mi gusto. Coloqué una barra, tres mesas con cuatro sillas cada una, y cinco bolas espejadas pendían sobre la pista. Agarré uno de los controles remotos ordenados en la barra, apagué las luces, apreté un botón y, desde una esquina, un aparato iluminó las bolas espejadas con luces de varios colores, provocando el deseado efecto discotequero.
—Okey, lo que voy a poner es hiperhipertrash, pero me encanta y me banco.
Por los enormes y potentes parlantes comenzó a atronar “Get on your Feet”, de Gloria Estefan, y mis piernas cobraron vida.
—¡El colmo del placer culpable, diría De Giacomi!
Y me puse a bailar en la pista. Con ese el tema, Dev, Adrien y yo nos volvíamos locos en LuckyDance, y el resto de los invitados se prendía. Sí, todos tenemos placeres culpables, y es genial que los demás siempre se enganchen con los míos. Se enganchan con casi cualquier cosa que yo haga. Digamos que sé marcar tendencia.
Haciéndome el clown, fingí que me tropezaba y Lisa Junior se rió. No había dejado de mirarme, pero ahora reía. La agarré de una mano e hice que se moviera también.
—Dale, seguís mis movimientos que yo te llevo —y le tiré una de mis frases favoritas—: Te voy a hacer danzar hasta que alcances el orgasmo musical.
La hice bailar salsa bien en mi estilo: clásico y moderno, con giros de bailarín profesional. ¡Tony Manero y Mike Chan, go home! Entre las luces multicolores pude notar que la pendeja sonreía, que me seguía el ritmo o al menos trataba de seguirlo.
Me puse a cantar es estribillo:
Get on your Feet / Get up and Make it Happen. ¡Dale, cantá conmigo! Get on your Feet / stand up and take some action.
Y Lisa Junior intentó cantar algo, pero no le salía y nos reímos.
Éramos iguales o mejores que Patrick Swaize y Jennifer Grey en Dirty Dancing. Un Dirty Dancing con ácido lisérgico, lo admito.
Cuando el tema terminó, quedamos en pose de bailarines de ballroom y Lisa Junior volvió a reír. Yo también reí y le dije que se había movido de puta madre. Ella reía abriendo mucho la boca, revelando dientes podridos, con pedazos de risotto y de peceto, detalles que podía detectar pese a la iluminación discotequera.
Sin dejar de reírme yo también, le di una piña que la dejó desmayada en medio de la pista.
Get on your Feet

Cuando despertó, yacía desnuda y amarrada sólo de manos, sobre manteles de plástico. Seguíamos en la sala de baile, pero ahora con luz normal.
—Te debo mi imitación de Angus Snow. Dicen que me sale igual, aunque Russell Brand es insuperable.
Lisa Junior gritó detrás de la mordaza, lloró, se retorció. Lo que hacían todos en esa situación, bah.
—I know, son un toque fríos esos manteles, pero en un rato esa va a ser la menos importante de tus preocupaciones.
Quedé tan copado con Gloria Estefan que seguía sonando de fondo. Ahora, “Bad Boy”, cosa que me causó gracia. Y no, no paraba de mover los pies ni de hacer giros de vez en cuando.
—Sos parecida a Lisa Junior —Cantando el estribillo de la canción (Bad bad bad bad boy), me agaché a la Caja de Herramientas y saqué la tijera de podar de 20 cm—. Pero podrías parecerte todavía más.
Agarré una de sus manos.
—Cuando tenía quince años… —formó un puño, la pinché hasta que separó los dedos—… llevé a mi casa anterior a un pendejito rubio… —cacé el pulgar—… al que le decían Bart. Y le dije que, aunque se parecía mucho… —abrí la tijera de modo que las hojas metálicas quedaran arriba y abajo del dedo—… siempre podía quedar como el Bart de la televisión —y corté. Háganse una idea de cómo chilló la pendejita.
También mutilé el pulgar de la otra mano. Ninguno de sus pataleos me detuvo. Con mi best friend el soplete cautericé las heridas al toque. No quería que se desangrara.
—En Los Simpson… —pasé la yema del índice por los muñones, y le susurré al oído —:… todos tienen cuatro dedos —y mordí el lóbulo de la oreja.
Volví a la Caja y saqué el Bowie… pero no me dieron ganas de usarlo. Tampoco los otros cuchillos, y menos el taladro DeWalt. Quería probar algo novedoso, o no muy probado recientemente.
¡Bingo!
Fui al living y volví con el palo de golf. Me coloqué en pose de jugador. En vez de la pelotita correspondiente, medí la cabeza de Lisa Junior, listo para tirar.
—Mi deporte favorito, ponele.
Obvio que no tiré.
 —Me caés bien, Lisa Junior. Posta. Y por eso te voy a dejar ir.
La pendejita se quedó quieta, escuchando.
—Sí, podés volar de esta casa, right now.
Me miró. Otra persona en mi lugar se hubiera quebrado ante esa carita de animal moribundo.
—Okey, con dos dedos menos, pero vas a salir viva.
Lisa Junior cerró los ojos, como si se sintiera aliviada.
—Pero para salir… —le saqué la mordaza—… traducime al castellano esta frase: “Free your mind”.
Frunció el ceño, gimió, respiró fuerte y gritó. Era un grito agudo y potente, aunque había escuchado mejores.
—Estas paredes son muy sólidas, por si te interesa saber —me crucé de brazos, como un profesor exigente—. Vamos, si querés salir de acá, traducime “Free your mind”. ¡Dale, que es refácil! Podría haberte dado “Don’t stop believing”, pero “Free your mind” es menos complicada.
Lisa Junior se retorció y siguió gritando hasta que se le quebró la voz.
—No sabés nada de inglés, ¿verdad?
La nena ahora apenas lloraba.
Le di un palazo en la espalda y grité:
—¡¿VERDAD?!
A lo que Lisa Junior dijo:
—No sé.
Me incorporé, caminé por la sala, agité el palo de golf, miré a la fucking pendeja.
—Sos uno de los pocos seres vivos que no sabe nada de inglés —dije, sacado, sin parar de caminar—. Hoy en día todo el mundo sabe algo de inglés. ¡Everybody! Es el idioma universal. Hasta los más ignorantes por lo menos escriben en inglés. Si ahora salgo y le pregunto a un perro si sabe hablar en inglés, seguro me responde: “Yes, man”. ¡Todo el mundo habla en inglés! (y te lo digo posta porque conozco cada rincón del fucking planeta Tierra). ¡Escuchá, escuchá a Gloria Estefan! —en ese instante sonaba “Rhythm is Gonna Get You”—. Es cubana pero canta en inglés. I know, canta en castellano también, pero le va mejor con el inglés. Por eso a tu familia y a tus amigos, si los tenés, sólo les dé la cabeza para juntar mierda en las calles: ninguno debe saber inglés. Pero incluso ustedes tendrían que haber aprendido algo: hay carteles en inglés, volantes con palabras en inglés, negocios con nombres en inglés… Ustedes, o son idiotas o poco observadores o no tienen ganas de educarse. Prefieren apilar cartón que aprender el significado de la palabra shit. ¿No ven televisión ustedes? ¿Ni siquiera por los LCD de las vidrieras? Todas las pelis que pasan son en inglés. Subtituladas, okey, pero se puede aprender así. Aunque seguro que si pasan las de Pirates of the Caribbean deben quedar pelotudos con los efectos especiales o con Johnny Depp (un capo Johnny). ¡Fuck, estoy sonando como los fucking boludos que hacen stand up! Es por tu culpa.
Me arrodillé detrás de Lisa Junior, separé las piernas, apreté los muslos demasiado gordos para alguien que con suerte comía una vez por semana. Le abrí el culo y miré su ojete: diminuto, negro, estrecho. Nunca penetrado. Mi verga se irguió como un cohete de Cabo Cañaveral.
—Pensé que eras distinta, Lis —escupí el ano, apoyó mi glande—. Creí que sabían el significado de palabras como “Fuck”… —la penetre y ella chilló cual porcino en el matadero, aunque nunca estuve en un matadero—… “Cool” —otra embestida—… “Little girl”… —embestida—… “Ass”… —embestida—… “Sweet”… —embestida—… “Baby”… —embestida—… “Inside”… —embestida—… “Hot”… —embestida—… “Enjoy”… —embestida—… ¡YEAHHH!
La solté, todavía con ganas de más, pero me contuve. Lisa Junior temblaba y transpiraba, como si la hubieran bañado con esas mangueras de las prisiones. También había vomitado (¡Qué les dije, eh!).
—Como soy buena persona —murmuré, acariciándole el pelo—, te voy a dar otra oportunidad.

Luego de ayudarla a levantarse y de ponerle una bata, llevé a Lisa Junior a mi home theater y la senté en el sofá. Para que no se le ocurriera ninguna idiotez, le até las piernas.
—Todo en Blu-ray —dije, y le mostré mi colección de películas—. Pocas pero buenas, eh.
Lisa Junior miraba el piso. El pelo le cubría casi toda la cara, como los fantasmas de las fucking pelis de terror japonesas. ¿Tan poco le importaba el televisor LCD Samsung nuevo, de 52’’, que tenía enfrente?
Revolví las pelis. No sabía si poner Point Break, School of Rock, Get Him to the Greek (¡I love you, Russell!) o…
 —¡Of course!
Y saqué Matrix, edición especial con cinco discos.
—¡Vamos, seguro la viste!
Me miró, los ojos enrojecidos de tanto llorar.
—¿Nunca la viste?
Negó con la cabeza.
—¿Cuántos años tenés?
Hablando casi en un susurro, dijo:
—Ocho.
—¿Pero tus viejos no te hablaron de Matrix?
Gimió.
—¡Son unos fucking cavernícolas! Voy a cambiar eso.
Puse la peli. Apagué las luces y me senté al lado de Lisa Junior.
—Okey, entonces sigamos con el jueguito anterior. Soy tan, pero tan buena onda, que te voy a ayudar en la oportunidad de ahora. La frase “Free your mind” se dice en algún momento de la peli. Eso sí: tenés que decirme qué significa en castellano. Y si pensabas que no soy lo suficientemente copado, la puse con subtítulos. ¡Tenés tu boleto de salida bien en bandeja!
Vimos cómo Trinity escapaba de los agentes, cómo Neo era arrestado por el Señor Smith, cómo Neo se encontraba con Morpheus…
—Peliculón Matrix, pero me quedó con Inception, más que nada porque Marion Cotillard y Tom Hardy me calientan más que Keanu Reeves y Carrie Ann Moss.
Llegamos a la parte en la que Morpheus le dice a Noe: “Free your mind”, pero Lisa Junior no saltó. Y eso que estaba en silencio, la boca un toque abierta, igual que alguien a quien acababan de lobotomizar.
Estuve por poner Stop, pero decidí dejar que terminara de verla. A mí también me gustaría que me mostraran una peli genial si supiera que voy a terminar como ella dentro de pocos minutos.
Una hora y pico después, Neo salió volando de la cabina telefónica y aparecieron los créditos finales.
—Bueno —prendí las luces con el control remoto correspondiente, puse una mano en el hombro de Lisa Junior—, ahora decime qué significa “Free your mind” en castellano.
Sin parar de temblar, la pendejita se mordió el labio inferior, cerró los ojos.
—Apareció en el subtítulo, ¿no te acordás?
Lloró de nuevo.
—¿No leíste esa parte?
Los mocos le chorreaban por la nariz.
—Quiero pensar que leés los subtítulos de las pelis, ¿no es así?
Lloró más fuerte.
—Te mentiría si dijera que no lo sabía.
Me miró, la cara roja y empapada, y dijo:
—Q-quiero verla… otra vez. Es-esa parte quiero v-ver… otra vez.
—¿Again? No, ni ahí, pero te canto la última última ayuda: “Free your mind” es lo que estás necesitando, vos y los tuyos. Dale, pensalo.
Lisa Junior agachó la cabeza y lloró.
Sonreí, le di unas palmadas en la pierna y dije:
—Lo que me encanta de vos, que no vi en otros pendejos, es que sabés pronunciar las “eses”. ¡Congratulations! —y agregué—: La cagada es que ni eso alcanza para salvarte. ¡No today!
Ahí mismo le arranqué la bata. Forcejeó tanto que la tuve que golpear para que se calmara. La agarré de las piernas, pasé unos dedos por su ojete. Extendí el otro brazo hasta el palo de golf.
—Como no entendiste nada —acerqué la cara del palo en el agujero—, voy a explicarte lo de “Free your mind”, el bullet-time, por qué Keanu Reeves es tan poco expresivo… ¡y toda la fucking peli!
Y la embestí.

Me acosté en uno de los sillones del home theater, latita de Coca-Cola en mano. La bebí de un saque. Estaría amaneciendo.
—Tengo que comprar un LCD nuevo. Este ya pasó de moda hace dos minutos. ¿Qué opinás, Lis?
A unos metros, Lisa Junior permanecía callada. En realidad, permanecía sin vida. Nueve palos de golf asomaban por su culo. Tiré la latita y me acosté junto a ella, mi cara a centímetros de la suya. Sus ojos habían quedado demasiado abiertos.
—En tu otra vida (si es que hay otras vidas, obvio), asegurate de aprender a vivir. De hecho, aprovechá para aprender algo de inglés. Aunque sea lo básico. Aprendé a... liberar tu mente.



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